Empiema

Las pleuropatías infantiles más comunes son los empiemas, pues las infecciones broncopulmonares pueden complicarse con un derrame situado entre las pleuras visceral y parietal e infectarse. Con el uso de antibióticos, a veces inadecuados, se ha contribuido a que se presente con mayor frecuencia el empiema en los niños.

El empiema proviene habitualmente de una infección que se propaga de los órganos contiguos, más comúnmente de los pulmones; se puede presentar como complicación de neumonía, amibiasis, bronquiectasia, absceso pulmonar, tuberculosis, micosis, fibrosis quística del páncreas e infecciones de la pared torácica, del mediastino, de la región subdiafragmática y, con menos frecuencia, del pericardio. Desde Forbes no ha variado mucho la incidencia del germen que situaba al estafilococo como causante del 95% de las pleuresías purulentas en niños menores de seis meses, consecutivas a bacteriemias, pero también pueden encontrarse como provocadoras de derrame pleural infectado las invasiones por virus, neumococo y amiba. El empiema crónico puede deberse al mal manejo de esta enfermedad de estado agudo, si es que no existe el bacilo de Koch o la micosis provenientes de focos infecciosos persistentes en los pulmones.

En la convalescencia, o después de unos días de iniciado un cuadro neumónico en que parecía existir regresión sintomática, aparecen de manera más o menos brusca llanto doloroso, inquietud, insuficiencia respiratoria y fiebre. La tos y la anorexia parecen reiniciarse, el pequeño se acuesta sobre su costado enfermo y presenta facies febril y un halo perlino recubriendo la región perinasal. Los principales síntomas son: disminución de la amplitud de los movimientos respiratorios en el hemitórax afectado, disminución de los ruidos trasmitidos, choque de la punta del corazón más hacia la izquierda o a la derecha (según el lado afectado), matidez basal que llega a reconocer en su límite superior a la línea parabólica de Daimasseau, en sus porciones posteriores del lado opuesto, el triángulo paravertebral de Broco, y en el mismo lado del derrame, entre la columna vertebral y la línea parabólica, el triángulo de Guerlain; además, la auscultación revela disminución de los ruidos aéreos del lado afectado, circunstancia útil de conocer para no pasar por alto un derrame al suponer que, por escucharse el murmullo respiratorio, aquél no existiera.

El estudio imagenológico en diversas posiciones es imprescindible para obtener datos complementarios y detectar la posible presencia del derrame a fin de evaluar el pronóstico y el tratamiento.

En los casos típicos se observará una densidad más o menos homogénea que llena al seno costodiafragmático; presenta un nivel horizontal y más alto o una densidad casi total de la pleura afectada e informa sobre el grado de rechazamiento mediastinal, la posición levantada de la punta del corazón, el enquistamiento o la participación del tabique interlobar en el proceso.

Los estudios habituales realizados periódicamente, incluyendo el cultivo de exudado faríngeo con antibiograma y luego este mismo estudio en el líquido extraído por toracentesis, servirán como una buena guía terapéutica.







Toractomía y descortezamiento pulmonar: a) Posición del niño con brazo elevado y trazo de una incisión desde la línea parasternal hasta la axilar posterior, que pase bajo la tetilla. b) Las secciones musculares se realizarán, de preferencia, con bisturí eléctrico, y la hemostasia con electrocoagulación; después de legrar el periostio costal, se abrirá el espacio intercostal elegido sobre la costilla. c) Corte anterior de dos costillas superiores y sección posterior de una o dos costillas subyacentes. d) Aplicación de separadores costales y principio del despegamiento pleural. e) El ayudante, mediante una compresa húmeda, tracciona el pulmón mientras que con las pinzas se desbrida la pleura engrosada. f) Colocación de los hilos que afrontarán las costillas, ayudándose con la protección digital; drenaje anterior para cúpula y posterior para seno costodiafragmático.