No hay nada más llamativo en los trastornos del niño que las grandes y múltiples deformidades que afectan al sistema neuromusculoesquelético, a través de la columna vertebral, desde la mitad posterior de la escama occipital (base del cráneo) hasta la punta del coxis.
Basta repasar la medicina en general y en especial la de la pediatría, para entender las relaciones que los padecimientos nerviosos, musculares y óseos guardan entre sí, y las enormes repercusiones que tienen en el crecimiento y el desarrollo del niño. En consecuencia, la complejidad y la amplitud de las alteraciones del raquis no sólo de las grandes deformidades altamente costosas e incapacitantes, congénitas o adquiridas, sino también aquellas consideradas como de menor importancia se abordarán brevemente con base en su mayor frecuencia. Por tal motivo, el propósito de la exploración clínica infantil aquí esbozada es informar de qué modo es posible detectar numerosos defectos que se apartan de lo considerado normal en el niño y el adolescente. Por otra parte, puesto que este complejo neuromusculoesquelético está muy entremezclado, resulta natural que la repercusión del daño en cualquiera de ellos afecte no sólo a los órganos involucrados, sino al resto de los sistemas del niño.
En pediatría general aún se considera que hay dos grandes divisiones que dominan el panorama de las enfermedades del raquis en cuanto a su gruesa etiología: las congénitas y las adquiridas; las primeras manifestadas por lo común más tempranamente, y las segundas en épocas más tardías. En cuanto a subdivisiones secundarias, es conveniente recordar que hay padecimientos generales que tienen repercusión en algunos órganos y padecimientos propios que pueden, a su vez, incidir de manera generalizada. Algunos ejemplos de esto son, para las primeras, la disostosis cleidocraneal, la artrogriposis múltiple, la aracnodactilia, la ostogénesis imperfecta y el gargolismo; y para las segundas, la luxación congénita de la cadera, el cuello corto congénito, las anquilosis y ausencias congénitas óseas.
Es cierto que en el curso de la exploración clínica del niño el médico se percata de las fallas o anormalidades del raquis con cierta facilidad, que en caso de existir imponen una propedéutica especial y tendenciosa a fin de tipificar la enfermedad que afecta a este sistema de sostén y locomotor. Por la actitud, la postura y la movilidad en el recién nacido y en el lactante, será posible advertir muchos procesos mórbidos que alteran la posición ambulatoria del niño que, ya erguido, da sus primeros pasos y que no son tan expresivos como los aquí expuestos.
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Meningocele. El cierre casi total del tubo neural se establece al principio de la tercera semana intrauterina. Los arcos se cierran de arriba hacia abajo a la undécima semana. Falla en su organogénesis ocasiona el defecto. La más frecuente es la lumbosacra. |
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Mielomeningocele con hidrocefalia. Síndrome de la serie terminal común: paresia de esfínteres y de miembros inferiores. Se inicia el síndrome de Arnold-Chiari (enclavamiento de las amígdalas cerebelosas y displásicas). |
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Raquisquisis. Como las otras espinas bífidas, esta anomalía puede estar o no abierta e infectada, pero aquí el canal espinal completo de la región lumbo-sacra está abierta e infectada. |
Meningocele con pedículo cervical en un lactante, no infectado, cutaneizado y sin trastornos neurológicos. |
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Meningocele dorsal alto en un púber sin manifestaciones neurológicas. Esta presentación es rara. |
Meningocele dorsal. Retiradas las cubiertas meníngeas edematosas y gelatinosas se cierra el orificio comunicante el cual se aprecia tomado de sus bordes por las pinzas. |
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Meningocele dorsal. Anomalía poco común por su sitio, reconocida por una tumoración comprimible y distendible al pujo y que a la palpación muestra la abertura vertebral. |
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