Cabeza

Introducción

Desde los tiempos de los anatomistas clásicos hasta la fecha, la cabeza se ha dividido en dos grandes porciones: el cráneo y la cara. Sin embargo, es conveniente definir los límites que corresponden a cada uno de estos segmentos; así, el cráneo está constituido por los huesos frontales, los parietales, los temporales, el occipital y parcialmente el esfenoides; estos huesos, en conjunto, conforman la cavidad craneal y protegen al encéfalo, al cerebelo, a la hipófisis, etcétera. La cara está integrada por el resto de las formaciones óseas, blandas y cavitativas que forman la cabeza. A ella corresponden ojos, oídos, nariz, boca y formaciones que los circundan (pómulos, mentón, maxilares y demás); es decir, el cráneo ostenta mayor superficie que la cara, y el cráneo ocupa su porción superior, mientras que la cara se sitúa en la parte anterior de esta última. Debido a estas circunstancias y a que por lo general al niño se le cubre únicamente el cuerpo y no la cabeza, las entidades patológicas en esta resultan muy notorias. Si a ello se agrega que el tamaño de la cabeza del niño es, en términos relativos, mayor que la del adulto, la gama de los trastornos que sufre se amplía; por tanto, aumenta la importancia de realizar una correcta exploración clínica de ambas porciones (cráneo y cara) de la cabeza del recién nacido, del lactante, del escolar y del púber.

En pediatría, bien sea por suposiciones basadas en estadísticas o por estudios, se pueden no sólo reconocer sino diagnosticar in utero algunas anomalías craneales (imagenología del preniño con o sin contraste), aunque esto no sea común, como acontece en las aplasias y en las sinostosis. En ocasiones, en embarazos de alto riesgo, es posible que el ginecoobstetra, mediante tacto vaginal, diagnostique antes del nacimiento alguna anomalía motivo de distocia, como acontece con los grandes cráneos bífidos.

Como se sabe, el neonato normal tiene seis fontanelas: frontooccipitales anterior y posterior (fontanela mayor y fontanela menor), dos anterolaterales (esfenoidales) y dos posterolaterales (mastoideas), gracias a las cuales el pequeño puede efectuar su salida normal por el conducto uterovaginoperineal, sin fracturarse la cabeza y sin lesionar el contenido de ésta. Casi todas las fontanelas se cierran durante los primeros meses de vida, excepto la mayor o anterior, cuyo cierre oscila, dentro de la normalidad, desde un periodo comprendido entre los cuatro hasta los 19 meses de edad.

Las pequeñas variantes anormales del cráneo se reconocen mejor cuando se han visto miles de cráneos de recién nacidos normales, de lactantes y de escolares.