Consideraciones anatomofuncionales
El perímetro máximo occipotofrontal (34 cm) es el mayor perímetro en el recién nacido y tiende a igualarse con el abdominal y el torácico a los seis meses (43 cm).
En los casos de hidrocefalia hay un progresivo y más o menos rápido aumento de este diámetro, que incluso puede ser siempre mayor que el torácico y el abdominal. Habitualmente la fontanela posterior cierra durante el primer mes en que, por lo general, ya no es palpable. La fontanela anterior tiende a ocluirse en los meses cercanos al primer año, salvo en los casos de hidrocefalia, en los que se manifiesta la tensión; en cambio, en los cuadros de deshidratación se palpa hundida e hipotensa. El cierre anticipado de la fontanela mayor y de las otras suturas traerá consigo deformidad craneal y compresión encefálica (craneosinostosis). La utilidad de la fontanela estriba también en la presencia del seno longitudinal que, en ocasiones, se requiere puncionar con fines diagnósticos o derivativos; las venas epicraneales han servido para la introducción de líquidos (venoclisis) cuando no se tiene la posibilidad de usar otras venas periféricas.
La porción facial es más pequeña que la craneal (1:8) y los residuos materiales pequeños en la nariz la obstruyen fácilmente (moco, sondas, restos de alimentos); lo mismo sucede con la rinofaringe. La trompa de Eustaquio es breve y recta, por lo que las inflamaciones del oído interno pueden ser comunes y casi constantes en casos de vómito repetido y en anomalías de paladar hendido. El peñasco esfenoideo y las celdillas mastoideas tienen poco desarrollo y en las atresias auriculares pueden no estar neumatizadas. Los cartílagos del pabellón auricular son más blandos, poco firmes en su implantación y no están completamente desarrollados, lo que puede favorecer deformaciones pasajeras y al posponer ciertos tiempos plásticos que se realizan para su corrección. Las formaciones linfoideas del anillo de Waldeyer, bastante desarrolladas, traen consigo cierta insuficiencia respiratoria ante la mínima causa de su hipertrofia (rinofaringitis).
La boca y las regiones del cojinete de succión son relativamente grandes, el ángulo del maxilar más obtuso y la mandíbula inferior más pequeña, por lo que las pequeñas glándulas salivales secretan tialina adecuadamente. La inclinación del primer brote dentario se efectúa alrededor de los seis u ocho meses; la primera dentición finaliza a los 30 meses y a los seis o siete años se inicia la segunda, factores que se han tomado en cuenta en el manejo del paladar hendido.
En proporción a la cabeza y al tórax, el cuello parece virtualmente corto; los movimientos de lateralización y rotación para buscar el pecho o el biberón son entusiastas pero deberán colocarse en hiperextensión y rotación adecuada para lograr palpar ciertas tumoraciones o para extraer muestras sanguíneas.
En el recién nacido y en el lactante de pocos meses el tórax tiene diámetros similares, con un perímetro de 32 cm al nacimiento y de 40 cm a los seis meses. Las tetillas, que también sirven de referencia a pesar de ser puntos móviles, se sitúan en el cuarto espacio intercostal o a la altura de la cuarta costilla. La implantación costovertebral tiende a formar un ángulo recto y las costillas falsas se proyectan hacia delante horizontalmente. Las costillas son frágiles, por lo que es posible cortarlas con tijeras y transferirlas con una aguja; debido a su poca fijación, es posible obtener una buena brecha exploratoria al ejercer presión suave del separador y, luego, su fácil afrontamiento con catgut. El esternón relativamente pequeño y la laxitud de las articulaciones condroesternales colaboran a hacer más fácil la compresión del corazón en las maniobras del masaje extratorácico de dicha víscera al comprimirla contra la columna vertebral.
Los músculos intercostales, pectorales, serratos, escalenos y los fascículos internos del esternocleidomastoideo insuficientemente desarrollados y débiles contribuyen a la marcada insuficiencia respiratoria cuando existen causas que la favorezcan, lo que, aunado a la exigua fijación mediastinal, hacen posible la gran derivación del mediastino ante circunstancias como neumotórax, atelectasia pulmonar o hernia de Bochdalek, que agravarán el síndrome cianótico, por lo que su respiración costoabdominal es prácticamente diafragmática (Biot), y si este músculo se aprecia en general más elevado por el rechazo de las vísceras abdominales, será fácil comprender el compromiso respiratorio ante la presencia de masas intraabdominales.
Se dice que el recién nacido y el lactante menor son disnéicos fisiológicos y que las zonas de atelectasia (alvéolos no insuflados) contribuyen a la arritmia respiratoria del primero y a aumento del espacio inerte de la respiración, factores fundamentales para la anestesia, en la que la técnica debe ser de 30 a 50 respiraciones por minuto, que es su frecuencia normal promedio. El timo se encuentra en las porciones superior del pecho e inferior del cuello y se ha relacionado con problemas de traqueotomía, obstrucción respiratoria y muerte súbita. El corazón, que tiende a ser globoso y de eje más transversal se escucha mejor cerca de la tetilla, en donde durante el acto quirúrgico se sitúa el fonendoscopio, cuando no se requiere en el esófago. La frecuencia central para el recién nacido se estima entre 130 y 150 latidos por minuto, y entre los seis y 12 meses se sitúa entre 100 y 130 por minuto, la presión arterial sistólica para el niño de pocos meses se ha estimado en 77 y la diastólica en 55, y el año de edad de 95 y 55, respectivamente, pero tiende a elevarse durante la deshidratación o el llanto.
Para ciertas maniobras o determinado tipo de cirugía es conveniente tener presente que el electrocardiograma muestra predominio de ritmo sinusal y preponderancia ventricular derecha, frecuentemente extrasístoles y la ausencia de la onda T; que el volumen sanguíneo equivale a 10% del peso del cuerpo y que cerca de 4 ml de sangre son expulsados por la contracción cardiaca (520 ml/minuto). Si el cierre fisiológico del conducto arteriovenoso se establece al contacto de la piel del bebé con el medio y el cierre anatómico ocurre en el curso de semanas, cualquier aumento en la resistencia del lecho capilar pulmonar podrá ocasionar reflujo sanguíneo a través de él hacia la circulación general y aumentar el cuadro de anoxemia.
El perímetro abdominal es de 34 cm en el recién nacido, de 43 cm en el lactante menor y aumenta hasta 4 a 6 cm en los casos de oclusión que cursan con distensión abdominal; el panículo adiposo grueso y turgente pierde sus características en la deshidratación y en la desnutrición (signo del lienzo húmedo). El hígado parece ser el único órgano que sobresale 2 o 3 cm del reborde costal, a la altura de la línea media clavicular; en condiciones normales, ningún otro órgano se puede palpar.
Existe una relación estrecha entre la distensión abdominal y la frecuencia de la respiración, por lo que para modificarla se recurre a la descompresión de aquélla. La capacidad gástrica varía entre 20 y 40 ml en el recién nacido y aumenta rápidamente a 60 y 120 durante el primer mes; la evacuación se efectúa a las dos o tres horas y está condicionada al tipo de alimentación, en la que a mayor acidez más rápida evacuación, lo que resulta útil para el manejo alimentario posoperatorio.
Tanto en el estómgo como en el intestino, las fibras musculares y su inervación se encuentran normalmente poco desarrolladas, lo que ocasiona, a la menor provocación, grandes distensiones y alteraciones en el tránsito correcto. Aunque proporcionalmente el intestino del niño es más largo que en el adulto, lo que es una ventaja para la absorción, ésta se ve constreñida por la imperfección de su mucosa, en tanto que su epitelio es enteramente protoplasmático. Como el estómago, el intestino del niño tiene un tránsito más acelerado y suele presentar de tres a cinco evacuaciones diarias amarillentas y pastosas, que se tornan verdes en casos de diarrea, o resecas, escasas y descoloridas, en ciertos síndromes ictéricos obstructivos.
Los datos anteriores son de suma utilidad para el diagnóstico diferencial y el correcto manejo preoperatorio y transoperatorio; además, es necesario saber que los fermentos, las enzimas y los jugos digestivos están presentes con reducida actividad mientras no se estimulan mejor en lactantes normales. El ombligo ocupa la parte central del organismo y la desecación y el desprendimiento del cordón umbilical varía entre los cuatro y 14 días para dar lugar a la cicatriz umbilical; dicho cordón se secciona sistemáticamente en la cirugía abdominal del recién nacido.
La pelvis del recién nacido es pequeña y oblícua, lo cual constituye una ventaja considerable cuando se trabaja sobre rectosigmoide en casos de descensos abdominoperineales; asimismo, la vejiga es más abdominal y favorece en la talla suprapúbica o en la punción. El útero tiene el cuerpo más chico que la cérvix; los ovarios y las trompas son más desplazables.
Hay una gran variación en el tamaño pero no en la forma de los genitales de los niños; su coloración puede corresponder a la del resto de su piel o ser oscura. En los niños pequeños el músculo prepucial siempre cubre al glande, con adherencias normales y fisiológicas, la uretra es más corta en proporción al adulto y con menos curvaturas. En la niña la longitud anteroposterior de la vagina es breve con relación al himen, y la vejiga es fácil de sondear gracias a la corta longitud proporcional de la uretra. Habitualmente los testículos están en su sitio, pero no todos los niños tienen igual desarrollo genital a la misma edad.
Las extremidades del recién nacido y del lactante menor parecen ser proporcionalmente más cortos que el resto de su cuerpo y adoptan posturas variables que tienen mucho que ver con la posición de las etapas finales intrauterinas. La presencia relajante de los estrógenos amnióticos influye de modo considerable a la hiperlaxitud de todas las articulaciones del bebé, por lo cual se toleran mejor la flexión y la hiperextensión, particularidades que son ventajosas para el cirujano, sobre todo en la cirugía anorrectal congénita, en la fijación de venoclisis y en algunos estudios radiológicos.
La vía piramidal y ciertos centros superiores no están completamente desarrollados y el haz piramidal está trunco en varios segmentos, lo que explica la presencia del signo de Babinsky en los primeros meses de vida. El reflejo de Moro, inducido por un estímulo intenso, sirve indirectamente para conocer la presencia o no de los reflejos de succión y deglución. Existe un vagotonismo fisiológico que, cuando es exagerado, puede hacer confuso el diagnóstico diferencial del recién nacido con vómito (hipertrofia congénita del píloro) en virtud del gastroenteropasmo. La mielinización de los nervios está incompleta, lo que tal vez explica cierto hábito hipertónico después de las primeras semanas y la disritmia motora de ciertos órganos. Por ser precaria la vida de relación del lactante, el factor emotivo o consciente de una operación son mínimos, lo que contribuye a la buena tolerancia de la cirugía. En niños mayorcitos habrá que desterrar el egoísmo, la fantasía y el miedo y ganarse su confianza explicándoles con discreción a lo que van a ser sometidos. El niño con frecuencia debe ser intervenido en repetidos tiempos quirúrgicos, y la entrada iterativa al hospital será acogedora si en la primera ocasión lo fue.
El organismo llena sus necesidades de líquidos por el agua que ingiere, por el contenido de agua de sus alimento y por el agua producida durante el metabolismo de éstos. El organismo elimina agua a través de los pulmones y la piel (pérdida insensible), la orina y las heces. Aun cuando el adulto y el niño siguen estos procesos generales, existen entre ellos diferencias notables debido a que el niño presenta proporcionalmente mayor superficie corporal, a que su grado de metabolismo es dos veces mayor y a que sus requerimientos de líquidos con relación a sus respectivos espacios extracelulares son considerablemente mayores, lo que Gamble califica como "la desventaja de ser niño".
Las pérdidas de líquidos se acompañan de deficiencia de electrólitos que se encuentran en ellos; según sea la composición de los líquidos que se pierdan serán las deficiencias de electrólitos que se presenten. La mayoría de los autores están de acuerdo en que hay deficiencia del ion potasio (K) en la mayoría de los pacientes quirúrgicos sin complicación previa, en la disminución transitoria de la excreción urinaria porque la depresión de la función renal está disminuida y da un balance negativo del nitrógeno (N), ocasionado por un incremento del catabolismo celular, y un balance positivo del ion sodio (explicada por la disminución urinaria del mismo ion); asimismo, hay consenso respecto de las posibilidades de hiponatremia por transporte de sodio al interior de las células y de aumento de los 17 cetosteroides como manifestación de un reajuste de la hipófisis y de la corteza suprarrenal.
Si se recuerda que el riñón del recién nacido aún presenta lobulaciones fetales y disminución de sus unidades funcionales (huellas de albúmina, relación ácido úrico/urea, azúcar y eritrocitos) que implican inmadurez, lógico es comprender que en condiciones tales como los vómitos de cualquier causa habrá deshidratación, hipocloremia, hipopotasemia y alcalosis, en tanto que las pérdidas por diarrea de cualquier etiología conducirán a deshidratación, deficiencia de sodio, deficiencia de potasio y alcalosis en un porcentaje más elevado y más frecuente en los casos quirúrgicos (drenajes, fístulas y succión).
La transición entre la vida intrauterina y la extrauterina (matro y macroambiente) ocasiona cambios tisulares y fisiológicos en las glándulas endocrinas. Después del nacimiento puede haber influencias de hormonas que, a través de la placenta, han pasado al preniño, o bien, que éste reaccione de inmediato tratando de evitar dicha influencia, lo que ocasiona hipertrofia y secreción por las glándulas mamarias, con la consecuente descarga hemática uterina y la metaplasia prostática transitoria en los niños (sustancia estrógena prolactín). El hecho de que las glándulas suprarrenales estén proporcionalmente muy desarrolladas a partir de la corteza, que los 17 cescteroides puedan estar elevados y que la porción medular produzca poca adrenalina, podrán servir de guía para considerarlas en la respuesta al metabolismo del acto quirúrgico en los cuadros de vómito del recién nacido (síndrome de Pirier) y en las úlceras de estrés. La hormona tiroidea materna evita problemas de hipertiroidismo (metabólicos o de desequilibrio del sistema nervioso autónomo). Lo mismo podría decirse del hipoparatiroidismo pasajero y de las poco estudiadas funciones hipofisarias y pancreáticas.
La hipoglucemia con cifras menores de 30 mg por ciento en el recién nacido de menos de tres días, y la hipoglucemia menor de 40 mg por ciento después de este periodo, son un hecho comprobado por investigaciones recientes. Se sabe que tanto el prematuro como el recién nacido de término tienen cifras bajas de glucemia y de tolerancia a la glucosa, por lo que la hipoglucemia se debe manejar adecuadamente mediante soluciones glucosadas intravenosas y, en contadas ocasiones, por medición de hidrocortisona.
Los eritrocitos y la hemoglobina están elevados en el recién nacido y oscilan entre 4 y 6 millones por ml para los primeros y cifras de entre 13 y 20 g para la segunda. Existe una leucocitosis polimorfonuclear por encima de 12 000 por ml, que es reemplazada en los días subsiguientes por cuentas cercanas a 10 000. El alza de los eritrocitos y de la Hb compensan parcialmente la desventajas respiratorias durante la anestesia. La elevación de los leucocitos puede producir confusión con las de los procesos sépticos que se pueden presentar en esta etapa (sepsis del cordón y peritonitis).
En los niños mayores existen de 250 000 a 350 000 plaquetas por ml, pero es de tomarse muy en cuenta cifras cercanas a 150 000, que aunadas con la hipoprotrombinemia fisiológica harán prever sangrado mayor, por lo que deberá aplicarse vitamina K durante tres días y cuidar la hemostasia para evitar que la sangre extravasada aumente la tensión local y contribuya a un defectuoso cierre de planos.
Para que la constante térmica se mantenga, es necesario que la producción y la eliminación de calor se equilibren mediante el concurso de diferentes funciones encomendadas a diversos órganos; es decir, deberá lograrse un balance entre la regulación química y la física, respectivamente. Este balance es exiguo e imperfecto al principio de la vida, más aún en los prematuros débiles, en donde puede asentarse el poiquilotermismo.
El bajo metabolismo del recién nacido por unidad de superficie corporal, la baja actividad muscular, la acentuada baja de temperatura por radiación y convección (tal vez por la escasa grasa subcutánea), lo torpe de sus reacciones vasomotoras y lo inadecuado de su reacción de sudación son factores que se suman en su labilidad térmica. Las reacciones hipertérmicas son más de temerse que las hipotérmicas, como lo ha venido a demostrar la hipotermia controlada; de aquí el adecuado control térmico que es necesario considerar siempre en cualquier evaluación quirúrgica. Se considera que el registro rectal es el más eficiente, siempre y cuando el termómetro se coloque a 1.5 o 2 cm de profundidad, para evitar los errores de registro que se suscitan (hasta de 1.3 ° C) si se introduce más allá. Sería magnífico el contar con efeciente registro térmico de contacto.